Señales de divorcio

16.10.2021

Conductas violentas

El mejor indicativo de saber que un matrimonio no va por buen camino es el modo en que se plantea. Cuando las conversaciones se vuelven negativas y acusadoras.

Las investigaciones muestran que si una discusión tiene un planteamiento violento, terminará de modo inevitable con una nota negativa, por mucho que se intente «ser agradable» entre tanto. Las estadísticas son significativas: en el 96% de las ocasiones se puede predecir el resultado de una conversación de quince minutos basándose en los tres primeros minutos. Un planteamiento violento es una garantía de fracaso. De modo que si comienzas de este modo una discusión, más te vale hacer borrón y cuenta nueva y empezar otra vez. 

Las críticas

Siempre tendrás alguna queja sobre la persona con la que convives. Pero entre las quejas y las críticas hay una diferencia abismal. Una queja sólo se refiere a una acción específica en la que tu cónyuge ha fallado. La crítica es más global, e incluye palabras negativas sobre el carácter o personalidad de tu pareja. «Estoy muy enfadada porque anoche no fregaste los platos. Dijimos que lo haríamos por turnos.» Esto es una queja. «¿Por qué eres tan distraído? No soporto tener que fregar siempre los platos cuando te toca a ti. ¡Nada te importa!» Esto es una crítica. Una queja se centra en un comportamiento específico, pero una crítica va más allá. Una crítica incluye culpa y difamación.

Generalmente un planteamiento violento aparece disfrazado de crítica. 

El desprecio

El sarcasmo y el escepticismo son formas de desprecio. Lo mismo puede decirse de los insultos, el gesto de poner los ojos en blanco, la burla y el humor hostil. El desprecio, en cualquiera de sus formas envenena las relaciones porque implica disgusto. Es imposible resolver un problema cuando tu pareja está recibiendo el mensaje de que estás disgustado con ella. El desprecio aumenta siempre el conflicto, en lugar de favorecer la reconciliación. 

El desprecio se exacerba por los pensamientos negativos sobre la pareja, guardados durante mucho tiempo. Es más probable tener estos pensamientos negativos cuando las diferencias no se resuelven. 

Actitud defensiva

Aunque es comprensible que en una discusión de pareja uno de ellos se defienda, las investigaciones muestran que con esto rara vez se obtiene el efecto deseado. El cónyuge agresivo no da su brazo a torcer ni pide perdón. Esto sucede porque la actitud defensiva es en realidad un modo de culpar a la pareja. Lo que estamos diciendo en esencia es: «El problema no soy yo. Eres tú.» La actitud defensiva no hace sino agravar el conflicto, y por eso es tan peligrosa. 

Las críticas, el desprecio y la actitud defensiva no siempre entran en el hogar en estricto orden. Funcionan más bien como una carrera de relevos, pasándose el testigo de uno a otro continuamente si no sabemos poner fin a este ciclo. 

Actitud evasiva

En matrimonios, donde las discusiones tienen un planteamiento violento, donde las críticas y el desprecio provocan una actitud defensiva, finalmente uno de los cónyuges se distancia.

Pensemos en el esposo que llega a casa del trabajo, se encuentra con un bombardeo de críticas de su esposa y se esconde detrás de un periódico. Cuanto más se cierra él, más grita ella. Finalmente él se levanta y se marcha de la habitación. En lugar de enfrentarse a su esposa, se distancia. Al apartarse de ella está evitando una pelea, pero también está poniendo en peligro su matrimonio. Ha recurrido a la actitud evasiva. Aunque tanto los hombres como las mujeres recurren a ella, es más común entre los hombres, por razones que veremos más adelante.

Durante una conversación típica entre dos personas, el receptor ofrece una serie de señales para que el emisor sepa que lo escucha. Estas señales pueden ser contacto visual, movimientos afirmativos con la cabeza, decir de vez en cuando «sí» o «ya». Pero una persona evasiva no ofrece estas señales de reconocimiento, sino que tiende a apartar o bajar la mirada sin pronunciar palabra. Como si oyera llover. La persona evasiva actúa como si no le importara en absoluto lo que el otro dice, como si ni siquiera lo oyera.

La actitud evasiva suele llegar más tarde que las otras cuatro anteriores. Por eso es menos común entre recién casados, que entre parejas que llevan un tiempo en una espiral negativa.

Lenguaje corporal

Cuando observamos los cambios físicos en las parejas durante una discusión tensa, podemos comprobar hasta qué punto se estresa físicamente la persona que se siente abrumada. Una de las reacciones físicas más comunes es la aceleración del ritmo cardíaco, que alcanza unos 100 latidos por minuto, o incluso 165. El ritmo cardíaco normal en los hombres es de 30 a 76 latidos por minuto, y en las mujeres de unos 82. También se dan cambios hormonales, incluyendo la secreción de adrenalina, que estimula la respuesta de lucha o de huida. Asimismo aumenta la presión sanguínea. Estos cambios son tan notables que si uno de los cónyuges se siente abrumado con frecuencia durante las discusiones matrimoniales, es fácil predecir que acabarán divorciándose.

El hecho de que una persona se sienta abrumada con frecuencia lleva al divorcio por dos razones. En primer lugar, indica que al menos uno de los cónyuges siente una grave tensión emocional al tratar con el otro. En segundo lugar, las sensaciones físicas que provoca el sentirse abrumado -aceleración de ritmo cardíaco, sudoración, etc.- imposibilitan cualquier conversación productiva capaz de solucionar un conflicto. 

Malos recuerdos

La mayoría de las parejas se casan con grandes esperanzas y expectativas. En los matrimonios felices, los cónyuges miran atrás con cariño. Aunque la boda no saliera bien, tienden a recordar los momentos buenos en lugar de los malos. Recuerdan lo positivos que se sentían al principio, lo emocionante que fue conocerse y lo mucho que se admiraban. Cuando hablan de los tiempos difíciles, glorifican las luchas que han mantenido y sienten que sacaron fuerzas de la adversidad que soportaron juntos.

Pero cuando un matrimonio no va bien, la historia se escribe de nuevo, para peor. Ahora ella recuerda que él llegó media hora tarde a la ceremonia, o él insiste en el tiempo que ella pasó hablando con el padrino de la boda, o «coqueteando» con sus amigos. Otra triste señal es cuando les resulta difícil recordar el pasado: se ha convertido en algo tan poco importante o tan doloroso que han dejado que se desvanezca. 

Divorcio a la vista

Cuando una pareja llega al punto de reescribir su historia, cuando sus mentes y sus cuerpos imposibilitan la comunicación y la solución de los problemas, el fracaso es casi inevitable. Los cónyuges se encuentran constantemente en alerta roja. Puesto que siempre esperan una batalla, el matrimonio se convierte en un tormento. El resultado comprensible es el abandono de la relación.

A veces una pareja en este estado acude a un terapeuta. En la superficie puede parecer que no pasa nada. No discuten, no muestran desdén ni actitudes evasivas. Hablan con calma y con distancia sobre su relación y sus conflictos. Un terapeuta inexperto podría suponer que sus problemas no son muy profundos. Pero lo cierto es que uno de los cónyuges, o ambos, ya se ha distanciado emocionalmente del matrimonio. 

Pero por muy triste que suene todo esto, estoy convencido de que muchos matrimonios pueden salvarse. Incluso una pareja que ha tocado fondo puede revivir si recibe la ayuda precisa.

Patricia Cano García
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