El duelo en niños. Sheila Rodríguez

22.06.2021

El proceso de duelo en niños

En la actualidad el tema de la muerte es tratado como un tabú, debido a esto, existen pocas herramientas que permitan sobrellevar los procesos de duelo en la infancia.

Gorer (1955) fue el primer sociólogo en presentar la muerte como un gran tabú que sustituye al sexo. Indica que, antes a los niños se les decía que nacían de debajo de arbustos o coles, que son traídos por la cigüeña, pero presenciaban la muerte y despedían a moribundos y, sin embargo, en la actualidad, contamos a los infantes cómo se produce su nacimiento, pero se les oculta la muerte de familiares.

Hoy en día, se muestra una actitud ambivalente hacia la muerte: por un lado, se intenta ocultar, no se habla abiertamente de ella y se considera tabú; pero al mismo tiempo, la muerte está presente de una forma constante, en las noticias, en las películas, en el lenguaje cotidiano e incluso en los dibujos animados.

Cicirelli señala que el concepto de muerte cambia a lo largo de nuestra vida, por tanto, mientras que los adolescentes ven la muerte como algo muy lejano, en la vejez, muchos coetáneos han fallecido y las personas se dan cuenta de la cercanía de la muerte. Comienzan, entonces, a considerarla parte de su vida, toman decisiones para prepararse ante la muerte y hablan sobre ella. En la etapa adulta, comienza el miedo a la muerte debido al próximo envejecimiento y a la aparición de problemas de salud. Yalom refiere que este miedo a la muerte nos acompaña a lo largo de toda la vida y se manifiesta en sueños, pesadillas y fantasías.

El concepto de muerte en los niños y el modo de enfrentarse a la misma no depende tanto de su edad como de su nivel de desarrollo cognitivo. También, se debe tener en cuenta que las explicaciones sobre la muerte en los niños cambian dependiendo de si han crecido en un entorno religioso o no.

EL CONCEPTO DE MUERTE EN LA INFANCIA

Ramos (2009) realiza una clasificación de la evolución del concepto de muerte a lo largo del desarrollo evolutivo:

  • Hasta los 2 años: el infante no comprende el concepto de muerte y tampoco tiene el vocabulario suficiente para expresar sus sentimientos.
  • Desde los 3 a los 5 años: piensa que la muerte es reversible y temporal, cree que por desear algo ocurrirá (como resucitar a la persona), confunde fantasía y realidad. Además, está muy influido por las reacciones de la familia, sobre todo si están tristes o distantes con él.
  • Desde los 6 a los 8 años: considera la muerte como algo final y esto le da miedo (se muestra asustado, aunque curioso). Puede pensar que la muerte ocurrió como castigo a algo que hizo. Otro rasgo es que las emociones pueden ser extremas y contrarias, pasando de la alegría a la tristeza en minutos.
  • Desde los 9 a los 12 años: adquiere la idea de la irreversibilidad de la muerte, sabe que les sucede a todas las personas y puede producirse ansiedad, culpa, miedo y vergüenza. A veces no acepta las explicaciones que le dan los adultos de lo sucedido y necesita comprobarlo por sí mismo y hacer preguntas. También empieza a ser consciente de que su propia muerte es posible.
  • Desde los 13 a los 16 años: tiene dificultades para controlar sus emociones, que suelen ser muy intensas. Le cuesta expresar sus miedos ante la muerte y puede ser reacio a hablar con los adultos de su ser querido fallecido.

MANIFESTACIONES DEL DUELO EN NIÑOS Y EN ADOLESCENTES


LOS MITOS DE LOS ADULTOS HACIA EL DUELO INFANTIL

Es muy habitual que los adultos presenten unas ideas falsas acerca de los niños en duelo. Kübler- Ross (1999) afirma que las personas que tratan de aceptar la muerte para comprenderla en vez de enfrentarla desde una posición de temor y lucha se convierten en "maestros sobre la vida". También, refiere que pese a que los adultos no dan importancia a las ideas que tienen los infantes sobre la muerte, muchos de estos niños tienen más conocimiento de la muerte que los propios adultos.

Mito

"Los niños no se dan cuenta de lo que sucede tras una pérdida"

"Los niños no elaboran el duelo"

"Debemos protegerlos para que no sientan dolor y sufrimiento, es mejor disimular y no mostrar nuestro dolor"

"En la infancia no se comprenden los rituales, y además, les puede traumatizar, por lo que es mejor que no asistan a ellos"

"El sufrimiento y el duelo infantil son de corta duración."

"Debido a su juventud y resiliencia, pueden olvidar fácilmente a la persona fallecida, resolver el duelo rápidamente y seguir con sus vidas."

 "El trauma causado por la muerte de un ser querido siempre ocasiona trastornos emocionales a largo plazo."

"Debo terminar con el sufrimiento y el dolor de los niños que han perdido a un ser querido."

Realidad

Se dan cuenta de los cambios que ocurren a su alrededor

Lo elaboran, aunque de forma diferente a los adultos

Cuando se les excluye impedimos que desarrollen habilidades necesarias para enfrentarse a situaciones inevitables de la vida.

Numerosos autores, entre ellos O`Connor (2007), refieren que los ritos funerarios facilitan la adaptación a la realidad de la muerte y la expresión de sentimientos mientras recibes el apoyo de los demás.

La verdad es que el dolor no termina, ya que a medida que el niño crece va incorporando a su vida nuevos factores que tienen que ver con la pérdida.

Algunos niños olvidan y otros recuerdan.

El sufrimiento es una respuesta normal en el proceso de duelo. La mayoría de los niños que sienten que sus emociones y experiencias son validadas, tienden a desarrollarse normalmente.

El dolor y el duelo nunca terminan ya que son procesos que pueden aparecer a lo largo de la vida. El cariño y la comprensión ayudan a procesar esta experiencia.

PAUTAS DE ACTUACIÓN FRENTE AL DUELO INFANTIL

Con respecto a los padres y madres, es importante que comprendan la relevancia que tiene que los niños entiendan el concepto de muerte. Además, necesitan disponer de unas orientaciones para realizar un adecuado acompañamiento del menor durante el proceso de duelo, con el que podrán evitar incluso la aparición de un duelo complicado. Estas pautas incluyen animar al menor a liberar sus emociones y contestar sus numerosas preguntas sobre la muerte para evitar las confusiones que puede presentar el infante, y así, atender sus necesidades tanto psicológicas como emocionales de una forma óptima.

También es necesaria la eliminación de las falsas creencias y mitos que rodean este asunto por medio de la psicoeducación, debido a que la sobreprotección del niño es un factor de riesgo para su desarrollo emocional; los niños se dan cuenta de todo lo que les rodea y si perciben algo extraño y nadie les informa de lo que sucede, recurren a su propia especulación y fantasía, aumentando su miedo, angustia y confusión. Además, al estar en proceso de desarrollo, el menor depende del adulto en el afrontamiento de situaciones complicadas, y es por esto, que en su duelo no sólo va a influir su edad y etapa de desarrollo, sino que también, influirá la actitud de los adultos hacia el duelo del menor y la forma en que estos realicen el acompañamiento. Este argumento es compartido por Hoyos (2015), quien afirma que, aunque la muerte es una situación cotidiana, el entorno familiar aborda esta situación de manera inadecuada, surgiendo la posibilidad de que el niño desarrolle aprendizajes incorrectos sobre la muerte e incluso llegar a elaborar un duelo patológico. No podemos negar que "la manera en que se resuelvan las experiencias de pérdida en la infancia determinará la capacidad para afrontar nuevas situaciones similares en la edad adulta".

En relación con los profesores, es imprescindible que incluyan su tema en su aula puesto que es común que se encuentren ante niños que están pasando por procesos de duelo, ya que, aunque se pretenda evitarlo, la muerte es un asunto cotidiano de nuestro día a día. También, estos profesionales necesitan unas orientaciones para saber cómo actuar y cómo enfrentarse a estas situaciones en el ámbito escolar, realizando un acompañamiento del menor, y aplicando unas medidas excepcionales en los primeros momentos de duelo. Por ejemplo, facilitarle ciertos privilegios como cambios de fechas de trabajos o exámenes, permitirle salir antes de clase o realizar llamadas telefónicas, así como la preparación de los compañeros para que el menor se sienta arropado y apoyado. Además, Hoyos indica que los educadores pueden ayudar detectando de forma precoz las alteraciones conductuales que presenta el niño que ha sufrido una pérdida y observando su rendimiento académico ya que están junto al menor en su día a día. Y añade que, el docente junto con los progenitores ayudará a que el niño elabore su duelo en las condiciones ambientales óptimas ofreciendo oportunidades para educar en salud mental, mediante recursos didácticos y debates que permitan aclarar los mitos sobre la muerte y ofrecer recursos para el afrontamiento de las pérdidas con un bajo coste emocional.

Por último, es fundamental que los niños entiendan el concepto de muerte para poder afrontarla de manera natural, sin miedo, favoreciendo su expresión emocional y que puedan disponer de unos recursos personales óptimos para evitar la aparición de un duelo complicado; llorar la muerte de un ser querido adecuadamente y afrontarla antes de que se produzca, en el momento que ocurre, y sobre todo después, hace que el niño crezca sin sentirse culpable, deprimido, enfadado o asustado. También, estos autores señalan que hablar sobre la muerte y el dolor inherente a ella es un paso esencial para convertirse en un ser humano emocionalmente sano. Asimismo, la autora Kübler- Ross (1999) mediante su obra "Los niños y la muerte" nos muestra cómo los infantes, con menos miedo que los adultos, necesitan hablar sobre la muerte con éstos, algo que no será posible a menos que los adultos abran su mente para entender la muerte como algo natural y no como un tabú.

Nos resulta, por tanto, imprescindible familiarizar a los menores con este tema y que sea posible el diálogo en ambos entornos del menor de un modo natural y espontáneo. Para conseguir esto, es fundamental poder incluir este tema en el contexto educativo.

Sheila Rodríguez Fernández, 22/06/2021

Patricia Cano García
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